27 diciembre 2019

“¡Feliz (oscura) Navidad!”

El sonido relajante de un fuego crepitante en la chimenea, el aroma de la sidra especiada caliente, la sensación de un cálido abrazo de un viejo amigo, la vista de niños jugando con nuevas maravillas brillantes debajo de un árbol radiante...ah, Navidad.

Pero entonces, de repente, estalla una pelea entre esos hermosos pequeños que se niegan a compartir sus nuevas maravillas brillantes...un pariente murmura entre dientes un comentario punzante sobre las habilidades de crianza de otro pariente...alguien se da cuenta que se está quemando la cazuela en el horno.

Ah Navidad.


A pesar de la alegría caricaturesca y el cálido júbilo de la temporada navideña, la Navidad puede ser una experiencia oscura y dolorosa. Para muchos, esta será la primera Navidad sin un ser querido perdido. Para otros, el 25 de diciembre representa una colisión desgarradora de dinámicas familiares volátiles. Curiosamente, ningún otro día del año resalta las dificultades financieras más claramente que la Navidad.

Sorpresas desagradables

La oscuridad y el dolor fueron características centrales en los relatos de la llegada de Jesús que leemos en los Evangelios. Las sorpresas de esa primera Navidad fueron a menudo desagradables. Sorpresa, José: Tu prometida está escandalosamente embarazada. Sorpresa, María: Vuestra luna de miel la pasaréis en un granero. Piensa en lo incómodo que fue hacer ese viaje de Nazaret a Belén en pleno embarazo y bajo el mandato de un lejano dictador. Feliz Navidad, recién casados. El relato del Evangelio según Mateo es aún más oscuro. La primera Navidad culmina en una horrible avalancha de asesinatos de niños, patrocinados por el estado. Con el nacimiento de Jesús, María y José se vieron obligados a una vida de refugiados. Los sonidos de ese primer evento navideño, tal como lo conocemos por las Escrituras, incluyeron gritos de nacimiento y terribles gemidos de madres llorando por sus hijos desaparecidos.

Pobreza e injusticia marcaron la primera Navidad. No deberíamos sorprendernos si las castañas que se tuestan en nuestros fogones se queman, si los escenarios de ensueño no cumplen con la expectativa alrededor de ese arbolito radiante y si nuestra noche de paz es realmente ruidosa con gritos de enojo y sollozos de tristeza.

ÉL tuvo que venir

La oscuridad de la Navidad, ya sea la primera o la de este año, sirve como recordatorio de por qué Jesús tuvo que venir...y por qué vendrá otra vez. La opresión de reyes como Augusto y Herodes demuestra la necesidad de un Rey mejor. Y cuando la celebrada felicidad de la Navidad es interrumpida por mis hijos peleándose por quién abrirá la puerta con el Niño Jesús en el calendario de Advenimiento, me recuerdan por qué el Niño Jesús tuvo que venir. El conflicto familiar durante la cena de Navidad nos recuerda que una nueva cena aguarda en el segundo Advenimiento de nuestro Señor.

La oscuridad de esta temporada es una oportunidad para gratitud y adoración y un catalizador para la ansiosa expectativa de que Emanuel pronto estará con nosotros cara a cara nuevamente...en luz más fuerte de lo que las estrellas más brillantes puedan reunir.

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