El sonido
relajante de un fuego crepitante en la chimenea, el aroma de la sidra especiada
caliente, la sensación de un cálido abrazo de un viejo amigo, la vista de niños
jugando con nuevas maravillas brillantes debajo de un árbol radiante...ah, Navidad.
Pero entonces, de
repente, estalla una pelea entre esos hermosos pequeños que se niegan a
compartir sus nuevas maravillas brillantes...un pariente murmura entre
dientes un comentario punzante sobre las habilidades de crianza de otro
pariente...alguien se da cuenta que se está quemando la cazuela en el
horno.
Ah Navidad.
A pesar de la
alegría caricaturesca y el cálido júbilo de la temporada navideña, la Navidad
puede ser una experiencia oscura y dolorosa. Para muchos, esta será la primera
Navidad sin un ser querido perdido. Para otros, el 25 de diciembre representa
una colisión desgarradora de dinámicas familiares volátiles. Curiosamente,
ningún otro día del año resalta las dificultades financieras más claramente que
la Navidad.
Sorpresas
desagradables
La oscuridad y el
dolor fueron características centrales en los relatos de la llegada de Jesús
que leemos en los Evangelios. Las sorpresas de esa primera Navidad fueron a
menudo desagradables. Sorpresa, José: Tu prometida está escandalosamente
embarazada. Sorpresa, María: Vuestra luna de miel la pasaréis en un granero.
Piensa en lo incómodo que fue hacer ese viaje de Nazaret a Belén en pleno
embarazo y bajo el mandato de un lejano dictador. Feliz Navidad, recién
casados. El relato del Evangelio según Mateo es aún más oscuro. La primera
Navidad culmina en una horrible avalancha de asesinatos de niños, patrocinados
por el estado. Con el nacimiento de Jesús, María y José se vieron obligados a
una vida de refugiados. Los sonidos de ese primer evento navideño, tal como lo
conocemos por las Escrituras, incluyeron gritos de nacimiento y terribles gemidos
de madres llorando por sus hijos desaparecidos.
Pobreza e
injusticia marcaron la primera Navidad. No deberíamos sorprendernos si las
castañas que se tuestan en nuestros fogones se queman, si los escenarios de ensueño
no cumplen con la expectativa alrededor de ese arbolito radiante y si nuestra
noche de paz es realmente ruidosa con gritos de enojo y sollozos de tristeza.
ÉL tuvo que venir
La oscuridad de la
Navidad, ya sea la primera o la de este año, sirve como recordatorio de por qué
Jesús tuvo que venir...y por qué vendrá otra vez. La opresión de reyes como
Augusto y Herodes demuestra la necesidad de un Rey mejor. Y cuando la celebrada
felicidad de la Navidad es interrumpida por mis hijos peleándose por quién abrirá
la puerta con el Niño Jesús en el calendario de Advenimiento, me recuerdan por
qué el Niño Jesús tuvo que venir. El conflicto familiar durante la cena de
Navidad nos recuerda que una nueva cena aguarda en el segundo Advenimiento de
nuestro Señor.
La oscuridad de
esta temporada es una oportunidad para gratitud y adoración y un catalizador
para la ansiosa expectativa de que Emanuel pronto estará con nosotros cara a
cara nuevamente...en luz más fuerte de lo que las estrellas más brillantes
puedan reunir.
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